lunes, 26 de marzo de 2012

Ping pong

Y puff, ya no eres nadie.
Tus recuerdos hoy son garabatos, pinceladas sueltas que alguna vez fueron un cuadro, como si la pintura se desvaneciera en el aire a medida que suspiro. Apenas si puedo distinguir tu rostro, tus recuerdos son recuerdos que ya no vienen con esa sonrisa impregnada.
Un día cuando ambos nos pongamos el mismo par de zapatos con los que corrimos por ese pasto mojado en medio de aquel aguacero, ese mismo par de zapatos que se escondían debajo del mugre con los que saltabas entre los charcos para mojarme, que finalmente terminaste persiguiéndome entre la tierra y obviamente acabamos empapados, mirando las nubes desde el suelo con los pies camuflados entre la tierra, tal vez ese día mientras ambos cruzamos el semáforo del Mc donalds, tu cruzando de un extremo de la calle y yo del otro, perdidos entre la gente (que ambos solíamos llamarles robots, que no eligen sus vidas sino que sólo la “viven”, o al menos no como tu o como yo), de pronto ese día pase pensando en pelotas de ping pong y mirando hacia el suelo, y mi mirada se tope con tus zapatos, y entonces lo más probable, es que mis ojos realicen un lento movimiento, en la milésima de segundo en que la pelota de ping pong rebota contra esos zapatos y los recuerdos, los zapatos golpean muy fuerte a la pelota, como si no reconocieran que fuera de ping pong y no de futbol, la pelota se dirige disparada con una fuerza increíble golpeando y rompiendo en pequeñas partecitas el vidrio de aquel recuerdo, entonces, mi mirada y mis pies ya habrán cruzado la calle, sin embargo mi mente se habrá dado cuenta de que ocurrió algún daño, un error inesperado, y mi cabeza se gira como por pura inercia, como si ella quisiera ver algo, como si le faltase alguna tuerca, como si algo que pasó a lo lejos fue descubierto y quisiera volver a observarlo, como si unas pinceladas que no reconoce pero que le son familiares. De algún modo se las habrá ingeniado para volver y tratar de verla, pero esta vez es el verde del semáforo, es el humo de los autos, son los autos, es el ruido, o tal vez ese mosquito que me ha picado mientras cruzaba pero no me di cuenta, en fin… Seguiré caminando y jugando ping pong.

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