Los paseos juntos por las calles,
las burlas que ambos hacían a los diferentes vendedores, sus chistes que la
gente nunca entendería, esas tardes de películas que tanto recuerda, unos
cuantos domingos que decidieron romper la monotonía de la casa y salir a un
parque a almorzar cualquier cosa sobre el pasto. Todo esto en su cabeza dando
vueltas, como recuerdos que no eran recuerdos porque aún no habían sucedido,
por eso no pudo hacer más que seguir su instinto, no hubo otra alternativa más
que seguirla como un psicópata (literalmente) por la calle que imaginaba hasta
un par de hijas con ella, de esas juguetonas, preguntonas y lloronas, para
mimarlas entre los dos. Ella que se veía tan seria al caminar por la calle pero
que sin embargo él sabía que tenía un gran amor, como si en sus ojos le
revelara a aquel obsesivo su personalidad, su pasado, su historia. Claramente
era su vestimenta la que tenía toda la culpa, ella que sin pensar nada,
únicamente arreglándose para verse bien, pero él sí pensando tanto y tanto tan
sólo con verla caminar por la calle con esa hermosa pinta: calzas multicolores
y multiformes sobre un negro, como llamando la atención, como mostrando una
parte de su alegría reprimida (cosa que a él le fascinaba), un jean cortado que
le quedaba de pantaloneta sexy y adornaba su cinturita, rodeada por un cinturón
rojo tomate y llamativo, blusa azul con pepitas blancas, simple y tierna, y finalmente
los clásicos converse, sin embargo
fue la mochila, esa mochila verde llena de parches y botones de todo tipo, la que
le dio esa brillante y hermosa idea que él recordaría por mucho tiempo: Al
verla recordó que él llevaba también una mochila, entonces esperó que no
hubiera nadie cerca de ella, pensó muy rápidamente en su papel y escribió un
boceto de un breve guion en su mente, se sacó la mochila, abrió el bolsillo
principal de par en par y volvió a ponerla en su lugar, la mochila estaba llena
de hojas, fotocopias, cuadernos y muchos lápices multicolores para hacer
dibujos, se apuró velozmente para adelantarla y caminar como con mucha prisa justo
al frente de ella, cuidando de guardar siempre la distancia necesaria. No
pasaron más de 3 segundos para que iniciara la primera escena de sus historias:
para que escuchara su voz desde atrás, luego él girara a propósito con gran fuerza
y velocidad, y así saltaran por todo el pavimento cuadernos y lápices multicolores
que entre los dos recogieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario