Juro que es la última vez que
escribo, en que las palabras me sumerjan en los recuerdos. Es el último café de
la noche y hay que conservarlo hasta el último sorbo, son momentos de
distorsión que perseveran por mutar en lo incierto, finas migas de pan de lo
que alguna vez consumimos.
Pedazos de fiesta sobre la
alfombra, de algún gran cumpleaños que celebramos todos juntos, caras de risa y
de festejo con un olor a humo y a ron, enormes olas de ondas sonoras que
retumbaron en nuestros cuerpos. ¿Qué es lo bueno y qué es lo debido?, a veces
es como si fuese todo al revés y la mente enredase todo eso, viendo lo bueno
como malo y lo malo como lo bueno, tomar decisiones apresuradas y preferir ver
al pasado como un sueño.
Ahora la cebada amarga prefiere
mirar hacia el norte, ahora la vida madura necesita fortalecer un horizonte.
Remolinos que destrozaron, remolinos que confundieron, al final fueron
remolinos desde la nada, fueron como un agujero negro. Saltar desde todo eso
cuesta mucho pero hay que hacerlo.
Está todo guardado, para sacarlo
cuando sea necesario hacerlo, ya está la bomba de tiempo que estallará cuando
yo sea eterno. Se vienen nuevos festejos, se vienen todos mis sueños.
Una soledad distorsionada que
mira al sol como su único anhelo.
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