Recuerdos de un infeliz

Antes, cuando creía que amaba, amarraba lazos imaginarios e irreales que no me ataban a otra cosa más que a ti. Ahora que sé que todo eso no es cierto, me gusta verme de lejos como a un idiota, un niño sumergido en un pasado contento pero vacío. Ahora que sé que el amor es como dios, me siento bastante ingenuo al recordar aquel sentimiento. Vacío.

Tal vez por eso era hermoso, porque un abismo sin explicación permite extrañamente la construcción de un castillo de imaginación, por eso es bello, porque son muros de ideas, todas ellas provenientes de mí, de mis deseos. No hay nada a que aferrarse, es decir, hay libertad plena sobre lo que es verdad y lo que es real, no hay razón, todo es un caos que se vivifica por la emoción. En el fondo siempre será un todo construido sobre una nada, como una galaxia entera de planetas vivos y hermosos girando en torno a un agujero negro, no a un sol porque el sol existe, sino en torno a un agujero negro: a la mejor expresión física de la nada en sí, lo desconocido. Por eso es bonito.

Ahora, soy infeliz, pero me gusta creer que aún puedo ser feliz, en ocasiones, en momentos como un paseo por la playa mirando hacia el horizonte, si es posible en un atardecer cálido, que son tan bellos, o una caminata silenciosa y fría por los inacabables senderos de árboles de hojas rojas y amarillas, soy feliz acostándome sobre el pasto, entre recuerdos, entre suspiros que no sé si en realidad sean respiraciones, entre el ahora y el antes, entre esas hojas secas que inevitablemente me recuerdan a ti, es como un gran llanto cuyo fuego nunca pudo escapar, y al contrario le arrojaron una gran cantidad de agua con forma de sonrisas, y es por esto que sonrío, al acostarme sobre las hojas y verte entre las nubes. Es realmente hermoso, masoquista pero es hermoso.